lunes, 27 de abril de 2009

de sembrar y escribir

Escribir es plantar demoliciones.
Un poeta irrumpe cuando acepta la superioridad del àrbol y asume el compromiso devocional de derribarlo.
Escribir es plantar derrumbes y escribir un poema es insoportablemente peor; es exorcizar lo insoportable.
Quien busque enaltecer la palabra a travez de la poesìa merece no solo el desprecio sino, sobretodo, el olvido.
Arca y arcano.
Levadura de la perspectiva y no elevaciòn de la persistencia.
¿Quièn puede predecir la aurora? ¿Solo aquel que estuvo al menos una vez desnudo frente al mar?
Un poema siempre es antropologìa del arca y nunca sustituciòn del arcano.
El arca es nomenclatura, el arcano: deposiciòn.
El atardecer y la historia del atardecer reposan en la didàctica del poeta soñador pero es apenas el sortilegio del hambre del poeta que vela su sombra.
El poeta siembra el mal y cosecha el bien
porque la poesìa es frutal.
No porque deba oler, saber o gustar, sino porque es un fruto solitario
envenenado
y fugaz.
El ùnico fruto de la vida que merece ser compartido con Dios, ese otro inmoral.

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